
La Secretaria del Interior, Kristi Noem, transfirió el 11 de diciembre una franja de 60 millas de terreno público a lo largo de la frontera de California con México al Departamento de la Marina, convirtiéndola efectivamente en una zona de seguridad militar. Más de 7,000 soldados en servicio activo ya desplegados en el suroeste podrían ahora detener a migrantes y hacer cumplir nuevas sanciones federales por intrusión en esta propiedad bajo control militar.
Esta designación amplía una estrategia controvertida que se probó primero en Arizona y Texas a principios de este año. Aunque las detenciones de la Patrulla Fronteriza han caído a niveles de los años 60, en gran parte debido a estrictas limitaciones de asilo, la administración sostiene que la disuasión militar sigue siendo necesaria. Grupos de derechos civiles argumentan que esta medida viola la Ley Posse Comitatus, que prohíbe a las fuerzas armadas participar en funciones policiales dentro del país.
En cuanto al comercio transfronterizo, el cambio genera dudas operativas para los transportistas de maquiladoras que dependen de los cruces en el Valle Imperial. Las empresas de logística temen que las inspecciones de carga se retrasen si proliferan los puntos de control militares en las vías que atraviesan la nueva zona. Los responsables de movilidad que supervisan los desplazamientos de empleados entre San Diego y Mexicali recomiendan llevar identificación adicional y comprobantes de autorización laboral.
En medio de esta incertidumbre, tanto empresas como viajeros podrían beneficiarse de consultar especialistas en trámites de visas. La plataforma de VisaHQ guía a los usuarios en los requisitos de entrada a EE. UU., facilita renovaciones aceleradas de visas de trabajo y ofrece actualizaciones en tiempo real sobre cambios en las políticas, servicios que pueden minimizar riesgos de demoras en la frontera reforzada (https://www.visahq.com/united-states/).
Expertos legales anticipan desafíos judiciales inmediatos; un juez federal bloqueó ese mismo día el despliegue separado de tropas de la Guardia Nacional de California en Los Ángeles ordenado por Trump, reflejando el escepticismo judicial ante la participación militar en asuntos civiles migratorios. Hasta que se resuelva el litigio, los empleadores deben monitorear los tiempos de cruce y revisar los protocolos de cuidado para su personal transfronterizo.
Esta designación amplía una estrategia controvertida que se probó primero en Arizona y Texas a principios de este año. Aunque las detenciones de la Patrulla Fronteriza han caído a niveles de los años 60, en gran parte debido a estrictas limitaciones de asilo, la administración sostiene que la disuasión militar sigue siendo necesaria. Grupos de derechos civiles argumentan que esta medida viola la Ley Posse Comitatus, que prohíbe a las fuerzas armadas participar en funciones policiales dentro del país.
En cuanto al comercio transfronterizo, el cambio genera dudas operativas para los transportistas de maquiladoras que dependen de los cruces en el Valle Imperial. Las empresas de logística temen que las inspecciones de carga se retrasen si proliferan los puntos de control militares en las vías que atraviesan la nueva zona. Los responsables de movilidad que supervisan los desplazamientos de empleados entre San Diego y Mexicali recomiendan llevar identificación adicional y comprobantes de autorización laboral.
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