
El primer ministro Keir Starmer ha respaldado con fuerza en Westminster una campaña para reinterpretar cláusulas clave del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH) con el fin de que los países puedan deportar a más migrantes irregulares, argumentando que no actuar podría alimentar el auge de la extrema derecha en el continente.
En un artículo de opinión y entrevistas radiales previas a la cumbre del Consejo de Europa en Estrasburgo, el primer ministro afirmó que los Artículos 3 y 8 —que protegen a las personas contra tratos degradantes y garantizan el derecho a la vida familiar— han sido aplicados “de manera demasiado amplia” por los tribunales nacionales y de Estrasburgo. Propuso una nueva declaración política que instruya a los jueces a dar mayor peso a los intereses de los estados en el control de sus fronteras.
La propuesta de Starmer, elaborada junto a su homóloga danesa Mette Frederiksen, permitiría a los gobiernos restringir los derechos de apelación para quienes llegan de forma ilegal y limitar las cuotas anuales de reasentamiento de refugiados. Desde Downing Street aseguran que el Reino Unido no se retirará del Convenio, pero los críticos temen que el país se esté acercando a la postura que defendió la anterior administración conservadora.
Organizaciones de derechos humanos, varios diputados laboristas y la Law Society han condenado la medida, advirtiendo que podría socavar las normas legales internacionales. El Bar Council señaló que los tribunales británicos ya equilibran factores de interés público y que una reinterpretación generalizada podría desencadenar años de litigios.
Para los equipos de movilidad global, la señal es doble. Primero, las reubicaciones corporativas que dependen del Artículo 8 (reclamos de unidad familiar) podrían enfrentar pruebas de evidencia más estrictas; segundo, cualquier cambio en la jurisprudencia del CEDH suele repercutir en otros estados del Consejo de Europa, afectando potencialmente a los dependientes de empleados desplazados en el resto de Europa.
En un artículo de opinión y entrevistas radiales previas a la cumbre del Consejo de Europa en Estrasburgo, el primer ministro afirmó que los Artículos 3 y 8 —que protegen a las personas contra tratos degradantes y garantizan el derecho a la vida familiar— han sido aplicados “de manera demasiado amplia” por los tribunales nacionales y de Estrasburgo. Propuso una nueva declaración política que instruya a los jueces a dar mayor peso a los intereses de los estados en el control de sus fronteras.
La propuesta de Starmer, elaborada junto a su homóloga danesa Mette Frederiksen, permitiría a los gobiernos restringir los derechos de apelación para quienes llegan de forma ilegal y limitar las cuotas anuales de reasentamiento de refugiados. Desde Downing Street aseguran que el Reino Unido no se retirará del Convenio, pero los críticos temen que el país se esté acercando a la postura que defendió la anterior administración conservadora.
Organizaciones de derechos humanos, varios diputados laboristas y la Law Society han condenado la medida, advirtiendo que podría socavar las normas legales internacionales. El Bar Council señaló que los tribunales británicos ya equilibran factores de interés público y que una reinterpretación generalizada podría desencadenar años de litigios.
Para los equipos de movilidad global, la señal es doble. Primero, las reubicaciones corporativas que dependen del Artículo 8 (reclamos de unidad familiar) podrían enfrentar pruebas de evidencia más estrictas; segundo, cualquier cambio en la jurisprudencia del CEDH suele repercutir en otros estados del Consejo de Europa, afectando potencialmente a los dependientes de empleados desplazados en el resto de Europa.







