
Una intensa banda de tormentas de principios de verano atravesó Brasil entre el 30 de noviembre y el 2 de diciembre, dejando hasta 100 mm de lluvia, granizando en aeropuertos y generando vientos de hasta 100 km/h. El Instituto Nacional de Meteorología (INMET) emitió una alerta de nivel naranja que abarcó amplias zonas de Amazonas, Maranhão, Mato Grosso, Pará, Paraná, Rio Grande do Sul, Rondônia, Roraima, Santa Catarina y Tocantins, una de las advertencias más extensas desde 2024.
El panel operativo de Infraero registró más de 60 cancelaciones de vuelos y alrededor de 90 retrasos, con cierres de pistas en Florianópolis-Hercílio Luz (FLN) y Porto Alegre-Salgado Filho (POA) durante las tormentas más intensas. LATAM y Azul respondieron eximiendo una tarifa por cambio para pasajeros con reservas hasta el 4 de diciembre, siempre que la ruta y la clase de cabina se mantengan. Sin embargo, los asientos ya son escasos en la red troncal São Paulo–Río–Brasília, mientras las aerolíneas intentan reubicar a los viajeros afectados.
El transporte terrestre tampoco tuvo mejor suerte. Inundaciones repentinas dañaron un puente en la BR-470 en Santa Catarina, provocando cierres parciales, mientras que las autoridades de defensa civil alertaron sobre riesgos de deslizamientos en carreteras montañosas que conectan con balnearios costeros. La empresa de autobuses de larga distancia Viação Garcia suspendió los servicios nocturnos Curitiba–Foz do Iguaçu hasta realizar inspecciones estructurales.
Para los gestores de viajes corporativos, estas tormentas evidencian la limitada capacidad de reserva en temporada alta en Brasil: cuando el clima obliga a cancelar, las opciones de reubicación son escasas y no aplican las normas europeas de compensación económica. Se recomienda a las empresas incentivar a su personal a reprogramar vuelos en línea en lugar de hacer filas en los mostradores, verificar que los hoteles cuenten con energía de respaldo y autorizar el trabajo remoto si las conexiones posteriores se vuelven inviables.
Los meteorólogos prevén que el patrón de convección se mantenga hasta mediados de diciembre, por lo que se esperan más tormentas repentinas. Los viajeros deben seguir los boletines del INMET y considerar tiempos adicionales para sus desplazamientos tanto aéreos como terrestres, especialmente en las regiones Sur y Amazónica.
El panel operativo de Infraero registró más de 60 cancelaciones de vuelos y alrededor de 90 retrasos, con cierres de pistas en Florianópolis-Hercílio Luz (FLN) y Porto Alegre-Salgado Filho (POA) durante las tormentas más intensas. LATAM y Azul respondieron eximiendo una tarifa por cambio para pasajeros con reservas hasta el 4 de diciembre, siempre que la ruta y la clase de cabina se mantengan. Sin embargo, los asientos ya son escasos en la red troncal São Paulo–Río–Brasília, mientras las aerolíneas intentan reubicar a los viajeros afectados.
El transporte terrestre tampoco tuvo mejor suerte. Inundaciones repentinas dañaron un puente en la BR-470 en Santa Catarina, provocando cierres parciales, mientras que las autoridades de defensa civil alertaron sobre riesgos de deslizamientos en carreteras montañosas que conectan con balnearios costeros. La empresa de autobuses de larga distancia Viação Garcia suspendió los servicios nocturnos Curitiba–Foz do Iguaçu hasta realizar inspecciones estructurales.
Para los gestores de viajes corporativos, estas tormentas evidencian la limitada capacidad de reserva en temporada alta en Brasil: cuando el clima obliga a cancelar, las opciones de reubicación son escasas y no aplican las normas europeas de compensación económica. Se recomienda a las empresas incentivar a su personal a reprogramar vuelos en línea en lugar de hacer filas en los mostradores, verificar que los hoteles cuenten con energía de respaldo y autorizar el trabajo remoto si las conexiones posteriores se vuelven inviables.
Los meteorólogos prevén que el patrón de convección se mantenga hasta mediados de diciembre, por lo que se esperan más tormentas repentinas. Los viajeros deben seguir los boletines del INMET y considerar tiempos adicionales para sus desplazamientos tanto aéreos como terrestres, especialmente en las regiones Sur y Amazónica.





