
Una acalorada audiencia presupuestaria en el Comité de Finanzas de la Cámara de Chipre ha revelado los planes del gobierno para instalar un software en los aeropuertos de Lárnaca y Pafos que detectaría automáticamente a viajeros con multas de tráfico o judiciales impagas, y facultaría a la policía para impedirles salir del país. El Ministerio de Transporte había incluido este proyecto—valorado en un presupuesto suplementario de 229,9 millones de euros—bajo gastos de seguridad vial, pero diputados de la oposición descubrieron esta partida el 2 de diciembre, desatando un conflicto interministerial.
Funcionarios del Ministerio de Finanzas aseguraron que el dinero solo cubre pagos rutinarios al contratista de las cámaras de velocidad de la isla, pero el Departamento de Servicios Electromecánicos desmintió esa versión, confirmando que el módulo para aeropuertos es “totalmente legal” pero “aún no se ha implementado.” Grupos de defensa de las libertades civiles advirtieron de inmediato que una prohibición de salida de facto viola las normas de libre circulación de la UE, salvo que esté respaldada por una orden judicial.
Aerolíneas, agencias de viajes y empresas de reubicación temen intervenciones caóticas en las puertas de embarque, vuelos perdidos y reclamaciones de compensación bajo la normativa EU261. Se aconseja a los gestores de movilidad incorporar controles de multas pendientes en los programas de cumplimiento previos al viaje y recordar a los empleados—especialmente a quienes usan coches de alquiler—la importancia de saldar infracciones antes de partir.
El Parlamento ha exigido la divulgación completa del contrato con el proveedor y podría votar a finales de mes para congelar los fondos hasta que se garanticen las protecciones de privacidad. Sea cual sea el desenlace, este episodio pone de manifiesto una tendencia más amplia: las tecnologías de seguridad en el transporte se están transformando cada vez más en herramientas de control fronterizo con consecuencias directas para viajeros de negocios y expatriados.
Funcionarios del Ministerio de Finanzas aseguraron que el dinero solo cubre pagos rutinarios al contratista de las cámaras de velocidad de la isla, pero el Departamento de Servicios Electromecánicos desmintió esa versión, confirmando que el módulo para aeropuertos es “totalmente legal” pero “aún no se ha implementado.” Grupos de defensa de las libertades civiles advirtieron de inmediato que una prohibición de salida de facto viola las normas de libre circulación de la UE, salvo que esté respaldada por una orden judicial.
Aerolíneas, agencias de viajes y empresas de reubicación temen intervenciones caóticas en las puertas de embarque, vuelos perdidos y reclamaciones de compensación bajo la normativa EU261. Se aconseja a los gestores de movilidad incorporar controles de multas pendientes en los programas de cumplimiento previos al viaje y recordar a los empleados—especialmente a quienes usan coches de alquiler—la importancia de saldar infracciones antes de partir.
El Parlamento ha exigido la divulgación completa del contrato con el proveedor y podría votar a finales de mes para congelar los fondos hasta que se garanticen las protecciones de privacidad. Sea cual sea el desenlace, este episodio pone de manifiesto una tendencia más amplia: las tecnologías de seguridad en el transporte se están transformando cada vez más en herramientas de control fronterizo con consecuencias directas para viajeros de negocios y expatriados.










