
Los viajeros enfrentaron escenas caóticas el 25 de noviembre debido a frentes meteorológicos severos, escasez de personal y la rotación en cadena de aeronaves, lo que obligó a las aerolíneas a cancelar más de 90 vuelos y retrasar otros 672 en Australia y Nueva Zelanda. Virgin Australia registró un índice de retrasos del 34%, mientras que Brisbane y Sídney reportaron más de 150 y 130 movimientos retrasados, respectivamente.
Los horarios de vuelos de larga distancia se vieron afectados: Qantas y Jetstar reprogramaron servicios a Singapur y Honolulu tras la expiración de los turnos de tripulación, mientras que Air New Zealand recortó varios tramos trans-Tasmania, reduciendo aún más la ya limitada capacidad previa a la Navidad.
Para los equipos de movilidad corporativa, el problema inmediato es el deber de cuidado. Los empleados varados podrían superar los límites máximos de horas de trabajo o exceder la duración de sus visas si conectan con destinos en terceros países. Los gestores de viajes deben aprovechar las exenciones para cambios de reserva que ofrecen las aerolíneas —muchas vigentes hasta el 27 de noviembre— y recordar al personal que la legislación australiana de protección al consumidor les garantiza comidas y alojamiento cuando los retrasos dependen de la aerolínea.
Los aeropuertos están acelerando medidas de resiliencia: el Aeropuerto de Brisbane agilizará la instalación de quioscos de autoservicio antes del pico de las vacaciones escolares, y Melbourne trabaja con CASA para aprobar exenciones flexibles de toque de queda para vuelos internacionales con retrasos.
Los analistas señalan que la escasez sistémica de personal en manejo en tierra y control de tráfico aéreo hace que los eventos climáticos generen ahora efectos en cadena mayores que antes de la pandemia. Las empresas que planifiquen viajes con tiempos ajustados deberían incluir días adicionales de margen en sus itinerarios.
Los horarios de vuelos de larga distancia se vieron afectados: Qantas y Jetstar reprogramaron servicios a Singapur y Honolulu tras la expiración de los turnos de tripulación, mientras que Air New Zealand recortó varios tramos trans-Tasmania, reduciendo aún más la ya limitada capacidad previa a la Navidad.
Para los equipos de movilidad corporativa, el problema inmediato es el deber de cuidado. Los empleados varados podrían superar los límites máximos de horas de trabajo o exceder la duración de sus visas si conectan con destinos en terceros países. Los gestores de viajes deben aprovechar las exenciones para cambios de reserva que ofrecen las aerolíneas —muchas vigentes hasta el 27 de noviembre— y recordar al personal que la legislación australiana de protección al consumidor les garantiza comidas y alojamiento cuando los retrasos dependen de la aerolínea.
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Los analistas señalan que la escasez sistémica de personal en manejo en tierra y control de tráfico aéreo hace que los eventos climáticos generen ahora efectos en cadena mayores que antes de la pandemia. Las empresas que planifiquen viajes con tiempos ajustados deberían incluir días adicionales de margen en sus itinerarios.









