
Treinta solicitantes de asilo detenidos en centros de inmigración del Reino Unido han iniciado una huelga de hambre para protestar contra su deportación prevista a Francia bajo la controvertida política gubernamental de expulsiones recíprocas. La protesta, confirmada el 26 de noviembre, se produce días antes de que el grupo sea trasladado en un vuelo chárter como parte del acuerdo de “uno entra, uno sale” diseñado para disuadir los cruces en pequeñas embarcaciones por el Canal de la Mancha.
Implementado a principios de este año, el plan contempla la expulsión a Francia de aproximadamente una persona por cada refugiado transferido al Reino Unido a través de canales oficiales de reasentamiento. Abogados y ONG argumentan que esta política viola la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 al obligar a los solicitantes a regresar a un país por el que solo pasaron brevemente y sin garantizarles acceso completo a los procedimientos de asilo británicos.
Los huelguistas declararon a The Guardian que se sienten “deshumanizados” y que se les ha negado información clara sobre sus casos. Bail for Immigration Detainees (BID) advierte que el acceso a asesoría legal dentro de los centros de detención ha caído a niveles récord, lo que genera preocupaciones sobre el debido proceso. El Ministerio del Interior responde que casi 50,000 personas sin derecho a permanecer ya han sido expulsadas este año y asegura que las deportaciones se realizan “con dignidad y respeto”.
Aunque la política está dirigida a la migración irregular y no a viajeros de negocios, los equipos de movilidad global deben tener en cuenta las repercusiones en la reputación y la responsabilidad: los patrocinadores corporativos podrían enfrentar activismo de empleados o publicidad negativa si las expulsiones se extienden a familiares dependientes de trabajadores cualificados rechazados. Este episodio también subraya la postura más estricta del gobierno en materia de control migratorio, que va de la mano con su agenda de digitalización (ETA, eVisa, propuestas de asentamiento por méritos) y señala un entorno operativo más adverso para los profesionales de inmigración.
La huelga de hambre podría intensificar el escrutinio parlamentario sobre el proyecto de ley de Seguridad Fronteriza, Asilo e Inmigración, que está próximo a recibir la sanción real, especialmente en lo que respecta a las cláusulas que amplían los poderes de detención y aceleran las deportaciones.
Implementado a principios de este año, el plan contempla la expulsión a Francia de aproximadamente una persona por cada refugiado transferido al Reino Unido a través de canales oficiales de reasentamiento. Abogados y ONG argumentan que esta política viola la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 al obligar a los solicitantes a regresar a un país por el que solo pasaron brevemente y sin garantizarles acceso completo a los procedimientos de asilo británicos.
Los huelguistas declararon a The Guardian que se sienten “deshumanizados” y que se les ha negado información clara sobre sus casos. Bail for Immigration Detainees (BID) advierte que el acceso a asesoría legal dentro de los centros de detención ha caído a niveles récord, lo que genera preocupaciones sobre el debido proceso. El Ministerio del Interior responde que casi 50,000 personas sin derecho a permanecer ya han sido expulsadas este año y asegura que las deportaciones se realizan “con dignidad y respeto”.
Aunque la política está dirigida a la migración irregular y no a viajeros de negocios, los equipos de movilidad global deben tener en cuenta las repercusiones en la reputación y la responsabilidad: los patrocinadores corporativos podrían enfrentar activismo de empleados o publicidad negativa si las expulsiones se extienden a familiares dependientes de trabajadores cualificados rechazados. Este episodio también subraya la postura más estricta del gobierno en materia de control migratorio, que va de la mano con su agenda de digitalización (ETA, eVisa, propuestas de asentamiento por méritos) y señala un entorno operativo más adverso para los profesionales de inmigración.
La huelga de hambre podría intensificar el escrutinio parlamentario sobre el proyecto de ley de Seguridad Fronteriza, Asilo e Inmigración, que está próximo a recibir la sanción real, especialmente en lo que respecta a las cláusulas que amplían los poderes de detención y aceleran las deportaciones.








