
La Comisión Europea anunció el 11 de noviembre de 2025 que Chipre, junto con Grecia, España e Italia, podrá acceder a un nuevo “fondo de solidaridad” de la UE diseñado para aliviar la presión migratoria cuando entre en vigor el Pacto sobre Migración y Asilo del bloque en 2026.
Según este mecanismo, los demás Estados miembros deberán decidir cómo contribuir: ya sea reubicando a solicitantes de asilo desde los países en primera línea, proporcionando apoyo financiero o suministrando recursos como tecnología para la gestión fronteriza. La Comisión destacó que Chipre enfrenta un “nivel desproporcionado de llegadas” en relación con su tamaño, a pesar de una disminución del 35 % en los cruces irregulares en toda la UE durante el último año.
Para Chipre, esta elegibilidad significa acceso a financiación específica y ayuda operativa en un momento en que la isla ya está invirtiendo fuertemente en la agilización de los procesos de asilo y en programas de retorno voluntario. Funcionarios del Ministerio del Interior en Nicosia recibieron con satisfacción esta designación, argumentando que respalda su demanda de “solidaridad obligatoria” en lugar de compromisos puntuales.
Asesores corporativos en inmigración señalan que el fondo de solidaridad podría beneficiar indirectamente a los empleadores: una tramitación más rápida y sistemas de acogida mejor financiados podrían reducir los retrasos que actualmente ralentizan la renovación de permisos de trabajo y generan complicaciones para las multinacionales. Sin embargo, las empresas también deben prepararse para un control más estricto en los puntos de entrada, ya que Chipre desplegará drones de vigilancia financiados por la UE y sistemas anti-drones anunciados en el mismo paquete.
Los Estados miembros tienen hasta principios de 2026 para presentar sus ofertas de apoyo, tras lo cual la Comisión finalizará las asignaciones, un calendario que ofrece a los planificadores de reubicación un margen claro para ajustar sus estrategias laborales y anticipar posibles cambios en la política.
Según este mecanismo, los demás Estados miembros deberán decidir cómo contribuir: ya sea reubicando a solicitantes de asilo desde los países en primera línea, proporcionando apoyo financiero o suministrando recursos como tecnología para la gestión fronteriza. La Comisión destacó que Chipre enfrenta un “nivel desproporcionado de llegadas” en relación con su tamaño, a pesar de una disminución del 35 % en los cruces irregulares en toda la UE durante el último año.
Para Chipre, esta elegibilidad significa acceso a financiación específica y ayuda operativa en un momento en que la isla ya está invirtiendo fuertemente en la agilización de los procesos de asilo y en programas de retorno voluntario. Funcionarios del Ministerio del Interior en Nicosia recibieron con satisfacción esta designación, argumentando que respalda su demanda de “solidaridad obligatoria” en lugar de compromisos puntuales.
Asesores corporativos en inmigración señalan que el fondo de solidaridad podría beneficiar indirectamente a los empleadores: una tramitación más rápida y sistemas de acogida mejor financiados podrían reducir los retrasos que actualmente ralentizan la renovación de permisos de trabajo y generan complicaciones para las multinacionales. Sin embargo, las empresas también deben prepararse para un control más estricto en los puntos de entrada, ya que Chipre desplegará drones de vigilancia financiados por la UE y sistemas anti-drones anunciados en el mismo paquete.
Los Estados miembros tienen hasta principios de 2026 para presentar sus ofertas de apoyo, tras lo cual la Comisión finalizará las asignaciones, un calendario que ofrece a los planificadores de reubicación un margen claro para ajustar sus estrategias laborales y anticipar posibles cambios en la política.








